Octubre.

Ahí estabas. Tan sola y distante. Sentada, mirando distraida hacia la nada en un punto perdido en la oscura noche.
Y te veo tan agena, tan lejana.
Quisiera salir corriendo todas las noches y buscarte entre las estrellas y las nubes, como lo hice antes. Gritar.
Reventar mi boca con toda la energía contenida por tanto tiempo acompañado de tu ausencia.

Ahí estabas; ninguna caricia, ninguna palabra: Contemplo la noche.
Aveces pienso en (casi siempre). Otras te dibujo en tierra o te escribo en el viento. Te atrapo en una obra de arte, o solo en recuerdos y deseos. En sueños tal vez.

Tu cuerpo desnudo esperando la llegada del alba, bajo la luz de la luna, que importa. Se ha ido de mis brazos y mis brazos abrazan el perfume que has dejado impregnado, y que la brisa de la noche me ha arrebatado; pues no basta con alejarte de mi, también roba tu recuerdo.

Así me quedo de vez en cuando, perdido en tus recuerdos y tus paisajes, como algún día me perdí en tus besos.
Llegué a pensar que nunca te irías. Diría que saliste de mi corazón, pero seria mentira, pues en él quedaron pedazos de . Cenizas.
Pero ahí arde aun la llama de este amor loco, y basta una mirada tuya de esos ojos caídos para desatar la furia de un incendio mortal.
Y sin dudarlo ni un solo minuto, diría mil veces al mundo que aunque no estés aquí, pasó lo que pasó, yo te sigo amando con la misma intensidad que cuando eramos felices tu y yo en un solo cuerpo.

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