Una cadena de rosas para el alma

Agotada se fue la brisa veraniega...
tantos cuerpos fueron tocados por ella, desde cálidos hasta fríos, desde delgados hasta desdichadamente corpulentos probaron de su generosidad y fueron tocados con su amplio y fresco manto hasta dejarlos agotados y entregados sin pausas al hedonismo maximizado. Era un mando celestial que ni el mismo suelo logro escapar, ni las abultadas colinas... ni los tristes caballos abandonados en el paraíso. Los niños, con el sol rojo en sus costillas que dio paso a la tarde recogieron sus juguetes y arrojaron un silencio incomodo al mar, que tan tranquilo y conmovedor disfrutaba la compañía de la nada. Entrada la noche buscaba risas con la marea que la luna ayudaba a subir, algún beso abandonado por alguna pareja enamorada, quizá una uñita o un golpe de pecho del mas fanático religioso.
Respiraba profundo y con el mas hermoso y poderoso sonido acompañaba el pestañeo de sus ojos, eran olas... sus pestañas solo espuma.

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