Si tuviese cabeza, con razón, pudiera pensar que no me amas.
Y si tuviese manos, te detendría. Te abrazaría con tanta fuerza que quizás quebraría esa armadura de ironía que te impide amarme. Tu orgullo, tal vez.
Y creo que cada mañana podría sonreír al sentir el destello de los rayos del sol en mi cara, si tuviese ojos.
Pero entiende, soy tan común (a pesar de todo) como cualquiera. Y quizás por esa razón es que escribo algo así, tan común como yo, y como tú.
Pero tú no existes. como tampoco existe motivación-inspiración- alguna como para escribir lo que siento por ti. Pero no siento nada, y esa es la verdad, y no importa, claro; tú no eres real, y si lo fueras, que mas da: tarde o temprano te irás, golpearas mi corazón y pisaras mi ser, como todas las que cruzan por este camino que me tocó recorrer.
Es por esa razón que escribo esto, que por un momento creí que podría hacer de una manera romántica, pero mi instinto salió, y arranco todo romanticismo, miel o lo que sea que haya en mi corazón. Porque esto es lo que soy. Por eso escribo esto sin corazón, para la mujer que no existe ni en mi imaginación ni en mi realidad.
Tan invisible. Tan falsa: inventada, ausente.
Solo queda una melodía como de ensueño, de esas que te hacen imaginar mariposas de mil colores volando entre campos llenos de flores con un cielo azul que parece irreal.
Pero todo aquí es falso. Todo, menos yo y esta melodía y sus violines, sus guitarras.
Vivo engañado en mi mentira forzada.
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